Galletas de canela

"El día era gris, llovía y las últimas hojas de otoño danzaban con delicadeza dejándose llevar por la gélida brisa que impregnaba el ambiente. En casa la temperatura era cálida, no demasiado, y me había lanzado a la aventura unas horas antes. Había comprado un precioso molde de conchas y tenía ganas de estrenarlo haciendo pastas de mantequilla con canela. Era la primera vez que las hacía y soy un poco tonta, así que obviamente la cagué fracasé. Esto, amigos, es una crónica de una cagarruta anunciada..."

Bien, os explico. Encontré un molde de conchitas de mar PRECIOSO y BARATÍSIMO, así que no me pude resistir a comprarlo. Pensé que la mejor manera de estrenarlo sería probar algo nuevo, algo que nunca había hecho: pastas de mantequilla, de té, de esas ricas. Lo que no contaba era que la mayor parte de las veces soy muy poco avispada y tardo en darme cuenta de las cosas, así que después de tener la masa bien hecha no hice otra cosa que llenar hasta arriba los moldes imbécil repostera. Evidentemente, no se hicieron por dentro y además se quemaron, así que todo fue a la basura. Sin embargo, después de toda la masa que gasté en ese intento boicoteado por mi subconsciente (porque yo en el fondo sé que no se puede poner tanta masa, no sé qué me pasó), aún me quedaba una poca que podía manipular y con la que utilicé un pequeño cortapastas de jirafa a ver qué pasaba, y aquí ya empecé a ver la luz.



Ingredientes:
300gr de harina (orientativo, tened más a mano)
150 gr de azúcar
1 huevo
150gr de mantequilla
1 pizca de sal
1 chorrito de leche

Preparación:
Para hacer estas galletas tenemos que empezar usando todos los ingredientes a temperatura ambiente, el huevo, la mantequilla y la leche. Batimos la mantequilla con el azúcar hasta que esté punto pomada, y a continuación añadimos el huevo para seguir batiendo. Echamos el chorrito de leche, batimos más y añadimos poco a poco la harina con la sal. En este punto, si tenéis varillas de amasar os recomiendo usarlas, porque la masa se empezará a endurecer. Si veis que la masa está aún líquida y se pega añadís más harina poco a poco, hasta que veáis que la masa no se pega. Cuando lleguéis aquí tenéis que sacarla del bol y envolverla en papel film, la enrolláis y la metéis en la nevera al menos una hora, ya que es importante trabajarla en frío.
Una vez haya estado una hora en la nevera la sacáis del film y la extendéis con el rodillo en una mesa donde hayáis puesto azúcar glas para que no se pegue. Estiráis hasta que tenga entre medio centímetro y un centímetro de grosor, según cómo las queráis, y cortáis con el cortapastas que tengáis. Las ponéis sobre papel vegetal en la bandeja del horno y horneáis a 180º durante unos quince minutos (hasta que estén doradas), con el horno precalentado a la misma temperatura. 

Podéis poner por encima lo que queráis, yo opté por pintarlas con aceite de oliva suave y cubrirlas con una mezcla de azúcar y canela.